3 oct 2011

MIRADAS DE CIELO Y AGUA

La rosa inesperada


“Mirar al otro lado del que todos señalan,
que es allí, donde crece la rosa inesperada.”
Conrado Nalé Roxlo.

Como con el resto de las artes plásticas, la fotografía, al arrastrar detrás de sí una historia intensa, plantea desafíos cada vez más exigentes; y de la misma manera que en aquéllas, las respuestas a esos desafíos nunca aparecen ni en la técnica, ni en los bajos costos, ni en la alta circulación y, ni siquiera, en su propia historia. Las respuestas están, por supuesto, en las personas. Esto no debe confundirse solamente con la originalidad. Podría pensarse que basta colocar la cámara en un lugar y ángulo nunca antes fotografiado para obtener una imagen que, por ser inédita, inmediatamente pueda calificarse de artística. Claro que puede pensarse, y muchas veces resulta que es cierto. Pero muchas veces no. Todavía carecemos del término exacto para definir aquello que vuelve una imagen, cualquier imagen, una obra de arte. Es una cierta forma de inteligencia, una intuición, una chispa, un ángel que se pone en marcha durante el proceso creativo y que de manera mágica, podemos percibir, entender.
Las fotografías que presenta Adriana Tamayo en esta ocasión muestran una profunda comprensión de las complejidades de la mirada. Siguiendo una larga tradición de artistas que problematizan el punto de vista único, Tamayo se niega sistemáticamente a retratar al protagonista porque intuye que, quizá, es el entorno oculto lo que verdaderamente le da entidad. Ella simplemente desvía, tuerce la mirada, mostrándonos una sensatez paralela, alternativa. Unas veces por simple placer estético; otras, como en la búsqueda del motivo, del trasfondo.
Y en esa operación (construye) encuentra grietas en la realidad. Fisuras que probablemente estaban disponibles para todos, pero es ella quien las ve. Y es ella quien las explora. Las obras de Tamayo revelan un mundo que está, pero que paradójicamente necesita ser construido para que exista. Su lente, en una operación doble, hace evidente lo que nunca estuvo y que, a partir de su decisión, está.
Pero su apuesta no se detiene allí porque, en su cuestionamiento de la mirada, no permite que el ingreso a ese otro mundo que reveló/construyó sea transparente. Hay un velo que interpone entre ambos mundos y que requiere del espectador una cierta comprensión. Ese velo, superficie de aguas sucias, barridas por el viento, nos retiene, nos advierte. Nos regocijamos en él, disfrutando de la perfecta armonía de la deformación. Ese velo le otorga una cierta cualidad háptica a su obra; nos muestra que es posible “tocar” con los ojos. Sentir con el cuerpo los innumerables repliegues del mundo, mientras se entrevé lo que está más allá, ese otro mundo sutil que puede estar a nuestro alrededor pero que no se revela sin cierto esfuerzo.
La obra de Tamayo nos facilita esa tarea, pero no demasiado. Porque el proceso de lectura de sus imágenes nos obliga a recorrer un cierto camino de deconstrucción. Ese trabajo, producto de la alienación de la mirada, acentúa conceptualmente el velo físico y en la tarea de recuperación del referente, de la idea, nos acercamos casi íntimamente a sus modos de pensamiento.
Podría pensarse esta selección de obras de Adriana Tamayo casi como si se tratase de macrofotografías del mundo habitual. Imágenes que nos permiten sentir las texturas, intuir los otros mundos, pensar en la construcción de lo cotidiano y compartir con la autora ciertos procesos de pensamiento que nos hacen sentir, a nosotros, espectadores, cómplices de artistas.

Román Arengold




Miradas de Cielo y Agua
Muestra de fotografías de Gustavo Masini y Adriana Tamayo
Inauguración el miércoles 5 de octubre de 2011 a las 12,00 hs.
Banco de la Nación Argentina
Rivadavia 325 - P.B. - Galería de Arte - C.A.B.A.
Abierta hasta el 3 de noviembre de 10,00 a 15,00 hs.